miércoles, 2 de diciembre de 2009

Ojos fantasmales




La única manera de encontrar el desgaste de mi furia, era mutilarme mientras escribía estos párrafos, cuando llenaba de sangre y morbo, las inquietudes de mi niñez, mis columpios y mis lágrimas junto a mi primera masturbación.

Cruzaba la mirada sórdida en la puerta del tren, una muchedumbre devastadora caminaba hacia la línea amarilla de seguridad, ella, tierna y arrogante, venía en dirección a mi, sus ojos dulcemente penetraban en mi putrefacta alma, bañándome en el nous del que Platón tanto hablaba, mi lujuria le sonreía, hasta que, en pocos minutos, todo perfume a rosas muertas, se iban alejando, se iba alejando y desvaneciendo en un perfecto SINO. De pronto, despertaba en mi celda de cuatro paredes, en mi habitación, veía las frases escritas por ella sobre mis paredes gris era, otro día, otra mañana con el mismo sol.
No puedo negar que estaba viva pero, debo admitir que encontré un joven, que me ayudo a disipar mi autodestrucción, masturbándome diariamente con algo que el llamó amor.

Hace ya tiempo que lo conocía, se que es otra historia, en otro concepto, otra realidad albergada en alas gélidas, pero…. No lo sé.

Lo conocí, chico antisocial, medio amorfo y autista, cuando me hundía en sus ojos, pensaba que nadaba en aguas fantasmales, en un vaivén furioso. En los días, nunca lo veía pero, por las noches hablábamos mucho, me contaba de sus comas, de sus traumas, de su padre, de su siniestra manera de ver que nuestro mundo era mierda y de su autodestrucción. Me fue comiendo y enamorando de a pocos, tosía y escupía en mi corazón, en mi cerebro. Su simbolismo, que yo quise asumir como vanguardista, me hizo pintar lienzos inmensos sobre… un subrealismo execrable. Volvía a ver aquellos cuadros en un libro de Renoir, sostuve el libro y lo coloque sobre mi regazo rápidamente, lo abrí en la pagina de aquella pintura: Jeune fille au chapeau de paille, los ojos mostrados en la mujer de aquella pintura tenían tanta, tanta melancolía según yo y mi niñez, que me obligaban a cerrar el libro…

Poco a poco nuestra relación, si se podría llamar así, se hizo mas estrecha como un abrazo acalorado de verano, me cubría en su mundo autista y se adecuaba a mi manera de ser, yo, como siempre temerosa de que me conozcan seguí sembrando en aquellos ojos fantasmales, un origen falso, algo que nunca fue hermoso.